Amo esta palabra que trae tanta esperanza y alegría a la vida “victoria” pero sin batalla no hay victoria, sin oposición no hay victoria, sin problemas no hay victoria, sin perseverancia no hay victoria, sin fe no hay victoria y sin Jesús no hay victoria.
Él lo hizo todo para que tengamos victoria, pero nosotros no lo supimos, y ahora que lo sabemos, a veces no creemos. Cuánto sacrificio hizo Jesús al darlo todo por nosotros y parece que eso quedó en un libro de teología, en un libro de catecismo o una enseñanza de bautismo, escuela dominical o de domingo que no termina de hacerse realidad en nuestra vida. ¿Por qué? Es tan grande esta realidad que es demasiado para creerla? Es demasiado bueno para que sea realidad? Tal vez no estamos acostumbrados a regalos tan grandes, porque nadie nunca nos amó tanto para darnos una victoria aún sin merecerla. Sólo Jesús!
No hay más tiempo que perder, sobre todo porque se termina. Jesús ya lo hizo, ahora nos toca a nosotros tomar esa verdad para nuestras vidas. Su parte ya fue hecha, no quedó nada pendiente. “Consumado es” solo falta nuestra parte. Sin acción no hay victoria. La acción de creer, de confesar, de arrepentirnos, de cambiar nuestra dirección, nuestra acción de obedecer, nuestra acción de ir en contra de nuestros sentimientos, emociones, comodidad, nuestra acción de caminar por el camino angosto del que habla Jesús. El tiempo se acaba y no hay más espacio para la duda ni para el letargo mental. El tiempo es ya. Toma tu victoria. ¡Tu victoria espiritual, tu victoria familiar, tu victoria profesional, tu victoria financiera, tu victoria personal!
¿Lo crees?