Seleccionar página

Quiero empezar recordando una verdad que debemos tener muy presente:  Somos un espíritu que tiene un alma y habita en un cuerpo.  Debemos alimentar nuestro cuerpo, sino se debilita y se enferma, así mismo debemos alimentar y cuidar nuestra mente, sino se debilita, se enferma, se distrae, se confunde. Pero lo más importante, debemos alimentar nuestro espíritu con el alimento espiritual más sobrenatural y poderoso que existe que es la Palabra de Dios. Un espíritu bien alimentado de Palabra, de oración, de alabanza, de intimidad, es un espíritu fuerte.

Dicho esto quiero hablar de un enemigo que presiona, atormenta y roba sueños, todos lo conocemos y muy bien, nos visita de vez en cuando y a veces se queda como huésped no invitado por muchas temporadas, “el temor”. Pero no hablo del temor de Dios que es la reverencia, respeto y adoración que tenemos a nuestro Dios, sino del miedo que puede llegar a neutralizar a una persona y a hacerla dudar y renunciar a todo lo que Dios le pudo haber prometido. 

El temor bloquea la lucidez mental, bloquea la creatividad, bloquea la acción, bloquea la visión.  Puede llegar a neutralizar a una persona de tal manera que se quede estacionada en un solo lugar por el resto de la vida. 

Para poder hacer frente a este enemigo quiero que sepas que ya tienes las armas, porque Dios nos dio a todos una medida de fe, pero debemos activarla. Si tenemos nuestro espíritu fortalecido, éste podrá dirigir a nuestra alma y nuestro cuerpo de mejor manera. Es un buen momento para hacerte esta pregunta y reflexionar sobre ella: ¿En qué condición está tu espíritu? 

Fortalecer nuestro espíritu no es una tarea de un día, de un domingo, de un viernes, es diaria y en todo tiempo. No puedes vivir todos los días en la Iglesia, ni en el grupo, ni en el zoom, pero si puedes vivir todo el tiempo en la Palabra de Dios. No hablo de leer la Palabra, todos podemos leer 3 versículos corridos y luego olvidarnos qué leímos. Hablo de estudiar, meditar y vivir en la Palabra. 

Quiero dejarte 3 versículos que deberás memorizar, meditar y por supuesto declarar para que penetren en tu espíritu, fortalezcan tu alma y cambien tu forma de actuar. 

1 Juan 4: 18

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. 

2 Timoteo 1: 7

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y dominio propio ( autodisciplina) 

Romanos 8: 15 

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción , por el cual clamamos ¡Abba, Padre!

El temor dice no confío en Dios 

El perfecto amor que es Jesús, echa fuera todo temor, y dice Yo confío en ti mi Señor.