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La vida pasa muy deprisa y trae momentos buenos y otros que quisiéramos olvidar,  pero en cada situación debemos aprender a vivir con agradecimiento. Hay situaciones en las que podemos hacer mucho pero hay otras en las que sólo podemos confiar. 

Hace casi once meses recibí la llamada de mi mamá muy temprano, antes de las 6am, esas llamadas que hacen que tu corazón se acelere y no le gustan a nadie.  Me dijo que mi papá tenía dormido un lado del cuerpo y que no podía levantarse de la cama, le pedí que me lo pasara y le pregunté qué sentía y me dijo que estaba bien que ya se le iba a pasar. Decidimos llevarlo a la clínica de inmediato y en el camino sólo le pedía a Dios que tome el control. Vi a mi papá un poco decaído, pero el mismo me entregó todas sus pertenencias para que lo ingresen a hacerle los exámenes respectivos; yo le hice algunas bromas porque de todos los bolsillos de su pantalón sacaba algo para que le guarde. No me despedí de él cuando lo ingresaron, me hubiera gustado decirle tantas cosas ese día pero no sabía que nunca más volvería a conversar con él.  Tuvo múltiples infartos cerebrales que terminaron con su vida física después de 22 días de estar en cuidados intensivos.

No quiero hablar de momentos tristes, aunque hubo muchos, sino de cómo en cada situación difícil y de malas noticias, Dios estaba conmigo y mi familia fortaleciéndonos con su Palabra! Encontré el arma para no desmoronarme y seguir firme y confiada: La Biblia. 

Salmos 119: 25 – 28

“Abatida hasta el polvo está mi alma;

Vivifícame según tu palabra. 

Te he manifestado mis caminos, y me has respondido; 

Enséñame tus estatutos. 

Hazme entender el camino de tus mandamientos, 

Para que medite en tus maravillas. 

Se deshace mi alma de ansiedad; 

Susténtame según tu palabra”

Amo mi biblia, la fuente de mi seguridad, donde Dios me sigue dando a conocer las preciosas y grandísimas promesas que tiene para mi y los míos, y para ti también si quieres. Sé que volveré a ver y a abrazar a mi papá, en la vida eterna que Dios nos promete en su Palabra y le diré todo aquello que me faltó.

Te animo a que te arriesgues a conocer y a construir una vida cimentada en la Palabra más maravillosa y cierta que jamás haya existido: La Palabra de Dios.