Seleccionar página

Mi hijo tiene un poco más de dos años practicando un deporte que es como la vida misma, un deporte de precisión, un deporte que aunque entrenes muchas horas, muchos meses, muchos años, si no estás listo mentalmente, no lo lograrás, “el golf”.

No se por qué empezamos, pero ahí estábamos muy entusiasmados con este nuevo desafío.  Al inicio fue muy divertido verlo tan pequeño golpear esas pelotas y que no lleguen al objetivo pero ver su esfuerzo era suficiente. Poco a poco el juego pasó de diversión a frustración, llegaban las jornadas de torneos y verlo fallar me llenaba de impotencia pero mi amor por el podía más y decidía en medio de la derrota seguir apoyándolo, seguir llevándolo a sus entrenamientos, enseñándole a no darse por vencido y a creer que lo podía lograr.

Cada torneo traía enseñanzas para mi vida, y es que cada hoyo es como un día en mi vida, como una semana, como un mes, como un año, hay hoyos buenos pero también hay hoyos malos y cuando las cosas no salían como esperaba Dios me decía sigue creyendo en él, como yo creo en ti.

Hace unas semanas, después de un largo proceso nos llevamos nuestro tan anhelado trofeo a casa y como regalo adicional un hoyo en uno que nos enseñó a no dejar de creer, que podemos alcanzar nuestros sueños y que aunque a veces las cosas no salen como quisiéramos, Dios sigue creyendo en nosotros.   Ve por tu trofeo, cree en ti!